· El piloto llegó al Sáhara Occidental primero de una competición muy dura
· Su hijo de 16 años se suma en dos semanas al Regional de Cross Country
De “honor y lujo” calificó la alcaldesa de Argamasilla de Calatrava la posibilidad de recibir al piloto Antonio Valero, que una semana y media atrás, revalidaba su condición de campeón del Intercontinental Rally al que este año regresaba para competir en su modalidad ‘Lite Class’ tras seis duras jornadas subido a su nueva KTM 450.
Jacinta Monroy expresó el orgullo de toda la población y la oportunidad de “poder colaborar en que siga progresando, porque Antonio es un ejemplo de esfuerzo y de superación diaria”. De ahí que le animase a seguir “en esta lucha diaria”, algo que el piloto afincado en la localidad rabanera tiene claro, con el particular aliciente de introducir en este mundo a su hijo.
La cálida recepción, en la que Valero mostró a la alcaldesa y a su concejal de Deportes, Jacinto Arriaga, el trofeo de campeón cosechado, tenía lugar en el edificio consistorial con la presencia habitual de sus dos personas de máxima confianza, su esposa Marian Risco y su mecánico Fernando García.
Arriaga, por su parte, dijo ser consciente del “gran esfuerzo tanto económico como familiar” que le supone al piloto enrolarse en este tipo de competiciones internacionales, concretamente en esta que mantiene viva la memoria del antiguo París-Dakar. Pero “entre todos, el Ayuntamiento, su familia, sus patrocinadores, esperamos que consiga todas las metas que se proponga”.
También por el orgullo que supone que el nombre y los símbolos de Argamasilla de Calatrava formen parte de su equipación y que “como rabanero adoptivo que es, que vaya haciendo gala de nuestro pueblo allá donde corra”.
Edición particularmente “dura”
Antonio Valero, que reiteró su agradecimiento por el “apoyo que me han dado y me siguen dando y con el que espero seguir contando”, relató que a pesar de que este año cubría la competición de media carrera, sin embargo “ha sido más duro que el año pasado”, particularmente en las primeras etapas. El frío, que se tradujo en una nieve inédita a sus ojos en algunos puntos del itinerario, contribuyó a ello, así como lo temprano que se daba la salida, “de noche incluso”, acabando al atardecer y con etapas mucho más largas.
A eso se añadiría el “error de cálculo” que el propio Valero reconoce haber cometido cuando el primer día, en la especial de la mañana, no puso el combustible suficiente que hubiera sido necesario para llegar al destino con sus propios medios. Tuvo que permanecer parado media hora hasta que llegó un piloto que sí quiso ayudar, primero intentando trasvasar gasolina de su depósito y, ante el intento baldío, optando por remolcarlo hasta la meta. “Con el hilillo de combustible que me quedaba pude cruzarla con el motor en marcha”, lo que evitó su descalificación.
Y si esa tarde ya pudo recuperar al menos 20 minutos, al día siguiente lograría dar el empujón definitivo hasta el punto de encabezar la general ya incluso hasta el término de la competición en Dakhla, en el Sáhara Occidental. Dijo haberlo hecho “con mucha cabeza”, un tanto conservador cuando era preciso y con el antecedente del día previo, cargando a su espalda un par de botellas con gasolina para evitar ese tipo de sorpresas.
La constancia y la ausencia de fallos, junto a su flamante KTM 450 que no se adoleció de su condición de novata, hicieron el resto, alzándose como campeón y haciendo el mejor tiempo en motos como en coches. Al segundo motorista le sacaría tres horas en la general final y algo más de dos horas al primero de los coches.
En cuanto a sus rivales directos, Valero explicó que en los primeros días un par de ellos acusaron respectivamente problemas mecánicos y una penalización por llegar fuera de control, “pero en etapas siguientes se repusieron”. También narró las peripecias de otros competidores checos, alguno de los cuales llegó incluso a romper la moto. Antonio se mostraba además “muy satisfecho” con la labor de su equipo, Aventura Tuareg, compartiendo en todo caso una “convivencia fantástica”.
Para su esposa, que año tras año expresa el orgullo creciente de una familia volcada con las motos, el éxito es fruto de la humildad de Antonio y al hecho de haber “trabajado mucho para estar donde está”. Algo en lo que coincide su mecánico Fernando, que “aquí me va a seguir teniendo para lo que precise”.
Codo con codo con su hijo de 16 años
Tras este breve periodo de descanso, en el que no obstante no deja de entrenar, en un par de fines de semana iniciará el campeonato de Cross Country de Castilla-La Mancha que esta vez quiere hacer entero y en el que, como aliciente, participará por vez primera su hijo Juan Carlos, que a sus 16 años dispone ya de la licencia para poder correr en categoría aficionado.
“Este año para él va a ser para aprender y foguearse en las carreras”. Le desea lo mejor, que se le dé todo bien y que aprenda mucho para que dentro de poco me gane, sonríe. Suerte que puedan correr a la vez aunque sea en distintas categorías.
Y el 5 de marzo se enrola en el Campeonato de España de Cross Country con la intención de sacarse la espinita de la anterior edición, “y espero ser capaz de ganarlo esta vez” después de haber quedado segundo en 2016.
A la hora de entrenar “somos casi delincuentes”
Antonio Valero no quiso dejar de escapar la oportunidad de estar con autoridades como Monroy para comunicarle las dificultades que tienen los pilotos para entrenar en el campo. Dijo que “somos casi delincuentes”.
Al parecer, explicó este entusiasta deportista, “los temas de medioambiente están muy complicados con nosotros y si me dedicara profesionalmente a esto casi no podría salir al campo a entrenar; igual que ahora, pero en ese caso sería un problema grandísimo”.
Por eso Valero pide, además de la sensibilidad de las administraciones, alguna plataforma “para que haga fuerza y reivindique la modificación de la actual Ley de Montes de Castilla-La Mancha, porque no nos dejan salir de caminos de cinco metros de ancho”. Reclama un “permiso verde” para que los pilotos puedan hacer uso del campo para entrenar.