Vicente Arias Aragón recibirá el 5 de septiembre la Mención Solidaridad 2021 individual en su lucha contra la esclerosis múltiple

·        Es el incombustible delegado rabanero de la Asociación provincial de C. Real

·        Pese a sufrirla desde joven ejerció diferentes oficios hasta que hubo de jubilarse

Durante su vida activa, Vicente Arias Aragón ha sido gruista o conductor de camiones en los montajes y operario por tanto en empresas de la talla de Enpetrol en Puertollano, la central nuclear de Trillo o la térmica de Eneco en Córdoba, pero también trabajador por cuenta propia y empleador en el sector de la venta de carnes al público; incluso matarife.

Actividades todas ellas que desarrolló sobreponiéndose a una enfermedad por entonces no tan conocida y tratada como lo está hoy, una esclerosis múltiple ante la que se ha ido sobreponiendo a lo largo de su vida, desde que le irrumpieran sus primeras, y desconcertantes consecuencias, cuando contaba con alrededor de 14 años de edad.

Hoy, a los 61, Vicente sigue abanderando desde su incombustible silla de ruedas la lucha de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Ciudad Real, de la que es en Argamasilla de Calatrava su incansable delegado. Se brinda para cuestaciones propias y de otros colectivos locales.

Y por todo ello, este año recibe la Mención Solidaridad 2021 en categoría individual a propuesta, como siempre, de la comisión social que se encarga de proponer para recibir luego el aval del Ayuntamiento. Distinción que recibirá en la noche del domingo 5 de septiembre “muy agradecido” y, en consecuencia, “muy contento”.

Su andadura vital y contra la enfermedad, desde esta organización no gubernamental la hace desde Argamasilla de Calatrava “vendiendo lotería, haciendo cuestaciones y todo aquello que puedo hacer a distancia, hablando con el Ayuntamiento y facilitando un poco la relación con asociación”.

Dice no ser preciso desde qué momento forma parte del colectivo provincial al que representa, “pero hace mucho tiempo que pertenezco a la asociación, desde que la dirección estaba en Valdepeñas, en la etapa de Manuel Velasco que ya murió”. Más o menos, “unos veintitantos años seguramente”.

“Yo de siempre he apoyado a la asociación, de siempre he hecho cuestación que no en todos los pueblos, con personas asociadas, estas están dispuestas a hacerlas o vender lotería… Si para eso hay que ir con el tenderete, vamos con él porque de lo que se trata es de pedir por algo en lo que creemos, porque se trata de nuestra enfermedad”, dice con el mismo grado de compromiso que el primer día y tras diez años ya en la silla.

“Te puede pasar cualquier cosa”

“Esta enfermedad es muy curiosa y toca muchos palos, te puede pasar cualquier cosa. Me senté en la silla porque empecé a tener problemas en una rodilla, era como si no tuviese rótula y se me iba hacia atrás”, explica, aludiendo a que la esclerosis múltiple “afecta más que nada los músculos y los míos de la rodilla no me la sujetaban”.

Por eso, con el riesgo de caída y además de los dolores continuados “tuve que empezar con la silla para facilitarme el día a día de alguna manera y si tenía que ir un poco más largo con la silla lo hacía en un momento. Andando me costaba un mundo”. Fue tal vez la peor consecuencia hasta el momento, aunque su afectación se originó mucho antes.

“La enfermedad la tengo desde los 14 años, aunque no diagnosticada como tal porque en aquella época no se tenía tan claro como hoy lo que es”, señal. Por entonces, “el médico del pueblo entendía que era algo achacable al crecimiento y evolución física de niño a joven y adulto”, del desarrollo, en definitiva.

Pero no era así. Y es que “luego, poco a poco, empecé a tener neuritis óptica que más o menos se me fue pasando, pero es una afectación típica de la enfermedad”. En una carta del prestigioso Instituto Barraquer en materia de oftalmología “me decía que podría estar padeciendo una posible Esclerosis Múltiple, recomendándome ir a la Seguridad Social a hacerme pruebas”.

Y así fue como Vicente y su entorno ataron todos los cabos. Por eso acabaría en el servicio de Neurología de Ciudad Real, donde las pruebas diligenciadas finalmente confirmarían el padecimiento de una enfermedad que, como se puede suponer, le condicionaba la vida desde bien pronto.

“Yo tenía, como cualquier chaval, aficiones y quería ser tal y siempre me ha gustado el volante”, algo que pudo desarrollar profesionalmente como se refería al inicio de este relato. “Aunque me fue quitando aspiraciones por aquellos problemas de vista y al final llegas a un momento en que no puedes conducir”.

También “como joven, te gusta el deporte y había algunas veces que no podías practicar y te preguntabas ‘qué me pasa a mí en la espalda, en la pierna, en el brazo, en el ojo,… porque esto toca todo”, apunta. “Lo podías achacar a una mala temporada como todo el mundo puede tener, pero al final te das cuenta de que no era eso y que había ahí una esclerosis múltiple, que entonces no se sabía lo que era pero que te acaba condicionando toda la vida”.

Su pasión por el volante lo había llevado a sacarse el carné de conducir y otro para llevar vehículos especiales durante el servicio militar, al que decidió irse en condición de voluntario y pasando allí 18 meses de servicio. Tras licenciarse empezó a trabajar.

Cuando pasar los reconocimientos laborales ya fue un problema

Por aquel entonces sus problemas de salud no le ponía todavía obstáculo para trabajar en diferentes empresas, pero poco a poco no era tan sencillo y “para pasar un reconocimiento tenía mil problemas”, reconoce. Por eso habría de trocar el sector de las energéticas por otro como era el comercio de alimentación cárnica.

“Un familiar de Aldea del Rey me enseñó y puse una carnicería. Y ya al trabajar por tu cuenta la cosa es diferente”, refiere Vicente. Su nueva labor consistía en sacrificar primero en el matadero de Argamasilla de Calatrava para obtener así el género que luego vendía en su casa, donde estableció el despacho cara al público que abrió.

“Pero llega el momento en que ya te van faltando las fuerzas, que ya ves que no” y las circunstancias van cambiando estos planes también. Fue su luego médico de cabecera, Julián de Blas, el primero en darse cuenta.

“Nosotros llevábamos la carnicería y repartos también de Simago con un furgón y el médico me dijo, ‘Vicente, tú no puedes hacer eso”. De tal manera que hace como más de tres lustros fue establecida su jubilación, tras presentar los diferentes informes y pruebas hospitalarias que así lo acreditaban.

La familia, su principal puntal

Cuando se le pregunta a Vicente por sus apoyos más cercanos y empieza a referir que tiene mujer y tres hijos la emoción le embarga y requiere unos instantes para retomar el pulso de entrevistado. “Gracias a ellos es más fácil todo porque en quién te vas a apoyar y gracias a ellos pues saco el cuello, como se suele decir”.

Apoyo diario que encuentra siempre, pero que recibe en momentos tan específicos como el verano. “El calor a la enfermedad le afecta mucho y lo peor que me puede pasar es tener fiebre. Si me sube la temperatura por estar al sol es igual, no es fiebre pero el año pasado ya lo pasé muy mal y éste voy con las mismas”, indica.

Por eso, con especial emoción también a toda su familia, recibe este año un reconocimiento que da más visibilidad “a una enfermedad que está ahí, en su porcentaje de afectación social y para la que hay que recabar ayudas para investigación sobre todo”.

Vicente, en este punto, se congratula de que el Hospital General de Ciudad Real haya creado una unidad de investigación “en la que nuestro colectivo colabora y gracias a cuestaciones y a la gente que da su donativo junto a otras aportaciones, podemos contribuir a esta causa de la esclerosis múltiple”.

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